He tenido el privilegio de recibir la primera dosis de una vacuna de la que solo sé que el día 4 de mayo a las 5´20 de la tarde volveré a que me pongan la segunda. Sé que es de dos dosis, pero del mismo modo afirmo que no sé su nombre. Esa fue la única señal de protesta que fui capaz de mostrar cuando me tocó pasar por el punto en el que la enfermera me recibió para inyectarme y lo hizo. Reconozco que no es mucho pero con aquella cola de gente y aquel bullicio me pareció que era lo único que podía hacer para no romper el ritmo y, a la vez, responder a mi conciencia con algún punto de protesta que podía dejar de manifiesto en aquel clima de agitación. Estoy seguro que si hubiera preguntado el nombre me lo hubieran dicho porque para ellas no suponía ningún impedimento que entorpeciera el ritmo ordenado y a la vez de agitación en que todo se desenvolvía. Pude, por tanto, dejar alguna señal de protesta y lo hice. Eso fue todo. En todo caso, para completar diré que, hasta el momento, ni la más mínima reacción de fiebre, de dolor o de cualquier otro signo en el primer pinchazo.
Parece que el maratón del país está en si llegaremos o no al verano con el 70% de la población vacunado, que defiende el gobierno. El juego político le da al gobierno un colchón de tres meses, si es al principio del verano o al final, pero no más. A partir de ahí, la guerra podrá seguir como si tal cosa. Con el músculo esgrimido hasta el momento se puede decir que la capacidad de vacunar demuestra que podría pinchar el número necesario para cubrir el 70% de la población para el primer día de verano, que sería el punto más cercano en el que el gobierno demostraría su capacidad. El único problema, por tanto, no está en la capacidad, claramente demostrada hasta el momento. El resto de la logística también ha demostrado su capacidad hasta el momento presente. Sólo que, por tanto, la capacidad de producción como única dificultad objetiva que puede impedir que el gobierno deje de cumplir sus compromisos.
Con las fuerzas demostradas hasta el momento, el gobierno dispone ya de una razón clara para justificar su incumplimiento, en caso de que se pueda producir. Él ha pagado volumen suficiente de vacunas como para inyectar a personas suficientes que alcancen el anhelado 70% que lo justificaría ante la opinión pública. Es verdad que si esta situación de incumplimiento se produjera, la oposición dispondría de armas como para liar el pitote de que el gobierno incumple sus compromisos, una vez más. Para cada una de las dos fuerzas en liza, en este momento se puede decir que el beneficio o no de terminar la vacunación hasta el límite comprometido, creo que no sería ni la primera ni la ninguna razón de la protesta. A estas alturas de la película, ambos contendientes han dado sobradas muestra de arrogancia para demostrarnos que los elementos de protesta, en ese caso, estarían fuera de las razones humanistas, ligadas al ruido necesario para demostrar la fuerza de su razón y no otra cosa.
Mis razones personales de protesta han bajado ya en un 50%, por lo menos. Socialmente sé que, por más que alcancemos las cotas comprometidas, el mundo no las va a alcanzar ni de lejos, por lo que me voy a seguir frustrado en cualquier caso. No sé cuánto habrá que esperar hasta que el volumen de vacunas inyectadas se pueda considerar satisfactorio, aunque sea con los niveles mínimos. Creo que será sensato bajar un poco la cabeza en señal de humildad y seguir deseando niveles de justicia que todavía están por llegar. Es lo mismo que la Historia, que la gran Historia, esa que ya pasó y solo nos dejó el desaliento y el vacío. Desde esta mitad desde la que escribo os invito a seguir encontrando niveles que se ven posibles pero que siguen trotando como potros desbocados, perdidos en praderas sin límite y desde esos espacios desde los que los límites se desbocan como si fueran musculosos lugares que sólo nos desorientan y nos mantienen perdidos en el desconcierto y el vacío. Necesitamos un punto de orientación que nos indique el norte.
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