Un avaro vendió todo lo que tenía de más, y compró
una monedas de oro. Decidió enterrarlas en la tierra
a orilla de una vieja pared...
Casi todos los días iba al lugar donde las había enterrado.
Uno de los vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar
y decidió averiguar que pasaba.
Pronto descubrió el tesoro y decidió apropiarse de ellas.
En la siguiente visita el avaro se encontró con el hueco vacío
lamentándose amargamente.
Otro vecino del lugar al enterarse del motivo de su queja,
lo consoló diciéndole:
Amigo mío, da gracias de que el asunto no es tan grave.
Ve, lleva un piedra y colócala en el hueco.
Imagínate que el oro está allí. Para tí será lo mismo que sea
o no sea el oro, ya que de por sí, nunca hubieras hecho uso de el.
¡Valoremos las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan!!
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