Me encuentro embelesado, escuchando el rumor que proviene
e esas rocas negras y verdes por las algas, que rompen el envite del oleaje en la bocana del puerto. En el aire, flota cierto
aroma a sal y yodo. No soy duende ni entiendo de sortilegios ni milagrerías, pero seguiré a la espera, de ver llegar la lluvia tan necesaria.
Guardaré en mi memoria, el grato sabor de tus besos que lograron sentirme realizado.
Te esperaré junto al mar de día, y al atardecer en mi barrio respirando el aroma de los jazmines y azahares, hasta que decidas regresar, como lo hacen las aves migratorias. Dudo si podré dormir en compañía de la noche joven, al menos lo intentaré en silencio.
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