Te abrí la puerta de mi corazón,
para tenerte bien guardada,
a buen recaudo, y te velé día tras día,\
con todo el afán y la pasión
que ejerce un buen soldado..
Te quise tanto y tanto,
que la gente me solía señalar,
como si de un apestado o desahuciado se tratara..
pero me sentía feliz, contemplándote
desde el puente del amor..
Pero llegó el día en que me dijiste
ya no te quiero, y fue entonces,
cuando mi tapia de cemento y vidrios de acero,
al escuchar tu voz, se vino al suelo
convirtiéndose en verdadero escombro..
¡ Que situación más perversa!!.
La saliva de mi boca, -la poca que tenía-,
no dudó un solo instante, en convertirse en pura nieve...
y me sentí morir, de igual forma que lo hace un Jacinto..
pero en mi caso, de forma breve, '
eso sí, apoyando mi cabeza
en la rosa aterciopelada de tu hombro!!
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