He llegado aceptar la sensación de no saber adónde voy. Y me he entrenado para el amor. Porque solo, cuando estamos suspendidos en el aire sin aterrizar, tenemos fuerza en nuestras alas para desentrañar, y por desgracia comenzar el vuelo.
Y mientras volamos, todavía no podemos saber hacia donde nos dirigimos.
Pero el milagro o la solución, está en el desarrollo de las alas.
No podemos saber adónde vamos, pero sabemos que siempre que tengamos nuestras alas, el viento nos llevará.
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