Quizás, el carnaval, le debe tanto a la cuaresma, como el pecado a la moral decretada.
Lo cierto es, que los carnavales han convivido y sobrevivido, a los más intransigentes momentos eclesiásticos. En algunas localidades, ha transcendido su propia incidencia popular, integrando a turistas que se sienten atraídos no solo por los ropajes exóticos, o por descifrar ancestrales leyendas, sino simplemente, por la fuerza vital que el pueblo imprime en su representación. Entiendo que el carnaval, tiene elementos de rebeldía, de reivindicación grosera de los sentimientos del pueblo llano, frente a la moral hipócrita de la oligarquía de antaño.
Cada nación, región, provincia, capital, o pueblo tiene su propia forma y manera de ejecutarlo, por consiguiente media mucho en ello la influencia e idiosincrasia de cada lugar. Ambiente, forma de vida, clima y demás circunstancias..
Lo que importa en resumen, es que el pueblo y sus gentes, cuando llegan estas fechas, suelen disfrutar con su celebración.
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