A lo largo de la vida, podemos fracasar en el plano sentimental, cambiar repetidamente de pareja, o elegir incluso la soledad, pero si hemos sabido crearnos una familia espiritual, el amor nunca escaseará, ni correremos el peligro de extraviarnos.
En especial, lo viejos amigos son una memoria viva de nuestras experiencias. Ellos nos han visto crecer, fracasar, aprender, llorar, amar. Son un espejo que nos muestran de donde venimos y donde estamos, ayudándonos a descubrir donde queremos ir.
No es fácil, encontrar amigos que sean capaces de celebrar éxitos ajenos. Abundan más los que están dispuestos a escuchar nuestras desgracias. La razón es muy simple, al relacionarnos con los demás, nuestra autoestima se ve reforzada cuando la comparación nos favorece. Por eso para encontrar personas de calidad humana, hay que hacer una larga criba.
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