Nos conocimos en primavera, lo recuerdo muy bien,
era una de esas tardes, que luce el sol templado y fino..
Intimamos con cierta rapidez, debido a una aceptable
empatía, lo hicimos con sensatez y sinceridad-cosa por otro lado
cada vez menos frecuente- en la vida actual.
Al cumplirse apenas cuatro días, me entregaste el rosado de tus mejillas,
y yo, acordé ofrecerte la sal de mi salina.
Al poco tiempo, navegamos juntos sin bandera,
por ese mar de la dicha y la espina.
Y siguiendo por nuestro camino, decidimos, no hacer caso alguno,
a los comentarios salidos de la boca torpe de la gente,
para convertirnos en amor de un mismo puente
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