La mañana, se muestra cálida como corresponde a los últimos coletazos de la iniciada primavera.
El pasado frío, ha dejado ya de colonizar mi frente al inicio del día.
El reloj, amigos míos, continúa engullendo el tiempo, de forma inexorable,
mientras las paredes de mi cuarto, conservan su figura geométrica
rectangular, sin ánimo alguno de alterarlas.
Miro por la ventana, y vislumbro en la lejanía la montaña, cuya cima
parece lamer unas nubes algodonosas...
Al llegar el mediodía, el sol, decide entonar su himno de fuego,
mientras el viento llega impregnado del aroma del cercano mar.
¡La playa ha decidido abandonar la soledad en la que estaba inmersa!!.
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