Ella apareció de forma sigilosa, se adentró en mi hogar sin
llamar a la puerta, la cual permanecía abierta, y en el
quicio de la misma, se quedó impávida por un instante.
Momentos después, pude notar sus pasos lentos y con
cierta cadencia, supe que era ella, que venía a mi después
de una larga ausencia. Cambiamos impresiones por unas
horas, y dijo que ya era hora de partir de nuevo, me
limité a acompañarla hasta la puerta donde se produjo
el despido, sin saber a ciencia cierta, cuando volveríamos
a vernos, pues nuestros caminos eran muy distintos.
Dijo que de ese modo, se había cerrado el círculo que
permenecía abierto.
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