Toda emoción, es un parte de lo que está ocurriendo fuera
de nosotros, y la forma en que afecta a nuestro equilibrio
interno. Desoír estas señales, constituye un riesgo equivalente
al que correría un caminante con insensibilidad al dolor. Sin
indicador de la fatiga, que le indica cuando puede seguir, y
cuando debe detenerse, sus piernas terminarían muy mal.
Lo mismo sucede con los estados de ánimo. Si cerramos la
puerta al mensaje de la tristeza, cuando la crisis acabe
emergiendo, puede ser demasiado tarde.
Un nivel exageradamente elevado de satisfacción, conduce
a la pérdida del sentido de la realidad, y adormece nuestras
inquietudes personales, que nos sirven para vencer cuando
nos enfrentamos a los momentos dífíciles propiciados por
la crisis..
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