Los niños, a menudo hacen mejores preguntas que los adultos.
¿Por qué es azul el cielo? o ¿Qué dicen las vacas cuando mugen?,
tal vez sean cuestiones más trascendentes que las
adultas..¿Por qué no has llamado? o ¿ Quien es tu mejor
amigo? etc. Mantener la capacidad de cuestionar lo que nos
rodea, garantiza al menos que no seamos arrastrados por la
inercia. Sin embargo, aunque es saludable preguntar como
un niño, en ningún caso puede ser un sustituto de la acción.
Atender a las preguntas que surgen en el camino, ayuda a
que nuestros actos tenga más sentido. El pensamiento, debe
alimentar la acción, y no al revés.
Cuando nos preguntamos, sobre nuestros anhelos y metas,
las respuestas a las que llegamos, son un espejo que revela
la distancia que hay entre lo que hemos soñado y lo que somos.
Puesto que el ser humano tiene la capacidad de recomenzar
una y mil veces sobre las ruinas de lo que ha sido, las
preguntas, son los pilares sobre los que podemos edificar
una existencia llena de sentido para uno mismo y valor
para los demás.
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