Son las doce de la noche y la niebla está presente, es tan densa
que apenas se puede divisar algo a corta distancia. Me siento
desterrado de mi entorno. Resulta curioso que con tantos
adelantos de la ciencia, no exista uno que pueda disiparla.
Seguro estoy, que ésta noche ni los propios ángeles deciden
salir... ¡Nadie desea hacerlo para evitar enfrentarse a la noche!
Incluso el arbolado cercano, está deseoso de hacernos llegar
su descontento pues su estado anímico no es para nada
reconfortador.
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