Un día, mientras dormía, inundaste mi mente, entrando en ella, como
una vulgar ladrona robándome un beso!!.
Buscaste el camino para llegar a mi corazón, encontrando un atajo
que tenía tu nombre.
De regreso, se te escapó un suspiro de ilusión, al lograr ausentarte
en silencio de mi sueño, pero quedó tu aroma, y esa fue la huella
que me reveló tu visita.
Al despertar, supe con certeza, que la tierna intrusa fuiste tú.
Manifiesto que al día de hoy, aquel suspiro lejano, forma parte
de mi, pues se estableció en el puerto de la dicha.
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