En ciertos momentos, he llegado al convencimiento que muchos de nosotros, formamos parte del conciento de la vida. Somos igual que esos gorriones del alma, que por diversas causas han decidido volar con su danza peciliar, en ese cielo que tenemos por tercho, en los atardeceres primaverales. Creo que somos espuma suavizando el olvido, inmersos en el eco de la vida, con la intención de recoger el amor que está flotando en el aire. Adoro la calma que intenta alimentar las noches frías. Sería maravilloso poder convertirse en ese lucero que vigila nuestra brillante luna plateada, la cual emite un bello canto de diosa de los mares
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