Entender y comprender ciertas ausencias, resulta un tema bastante difícil e incomprensible y menos aún, cuando se hace para tomar caminos tortuosos. Las agujas del reloj han dado ya muchas vueltas, los meses han resbalado por su esfera con paso firme. Hay momentos dolorosos para el alma, sobre todo cuando se contempla, como la dermis del tiempo hace aparecer esas arrugas incipientes. En alguna que otra tarde soleada, hemos podido llegar a sentir frío, puede deberse quizás a sentirse solo, y ello nos hace tiritar en la penumbra helada de una ausencia. Somos muchos los que esperamos y deseamos, que la causante de la citada ausencia, decida buscarnos, mientras eso suceda seguiremos inmersos en la magia de la esperanza.
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