El reto de mantener el equilibrio en una sociedad, que promueve justamente todo lo contrario, es la mejor escuela para el desarrollo interior. Cualquiera que viva en una gran ciudad, está expuesto al estrés como: Encuentros o encontronazos, con personas de actitud grosera. La trampa de llevarse bien con los vecinos. La violencia que percibimos en las calles, o mediante la televisión. Veamos como el zen del asfalto transforma en oportunidades dos situaciones de estrés convirtiéndolas en experiencias que nos acercan a la iluminación: Un vagón de metro abarrotado de gente a las ocho de la mañana. Compartir nuestra rutina con desconocidos nos permite ejercitar la compasión budista basada en la empatía. Atrapados en el coche en medio de un gran atasco. En lugar de maldecir el tráfico, podemos centrarnos en nuestro vehículo, donde podemos escuchar nuestra música favorita, y relajarnos mediante la respiración cadenciosa y profunda. Las citas y obligaciones en cierta medida pueden esperar.
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