Resulta curioso o como mínimo sorprendente , comprobar
como la persona ausente, entra con peculiar sigilo en nuestro
cuarto de los recuerdos.
Las vivencias pasadas se esfuman perdiendo la fragancia que
tiempo atrás desprendían. Con el paso del tiempo esos muchos
recuerdos acuden con menor insitencia. La tristeza se
mitiga, y las lágrimas dejan de brotar, tan solo lo hace alguna
que otra, de forma un tanto furtiva, terminando por
secarse cuando se agota la fuente del dolor. Un velo cubre la
imagen en nuestra rertina difuminándose con el paisaje.
Colores nuevos sirven de ayuda para distraer el alma con
vivencias nuevas.
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