El primer beso que solemos dar en la vida,permanece
reflejado en nuestra memoria, se aposenta con tal
fuerza, que hace de ese pequeño espacio, su lugar
de residencia fija...
La edad, queda relegada a un segundo término, pues
lo mismo se siente a los quince años, que a los veinte.
En ambos casos, nuestra alma y corazón, están
deseosos de vivencias nuevas.
Cuando depositamos los labios en los de nuestra pareja,
nos inunda un nerviosismo especial e inusitado,e
incluso tenemos cierta prisa, en dar por finiquitada
dicha acción.
Nuestro corazón, aumenta sus latidos entrando en
una especie de taquicardia paroxística como
corresponde a una exaltación de la pasión.
Tan solo con el paso de los años, se puede apreciar
su verdadero significado, y lo mucho que representó
en su día.
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