Como ignoraba por donde empezar, dediqué unos cuantos
meses, a entrevistar personas de diversas profesiones y edades.
Pude comprobar, que a la gente le cuesta concretar lo que la hace feliz,
-en cambio saben muy bien lo que los hace desgraciados-, les pedía
que me hablaran de satisfacciones, episodios en los que habían logrado
un alto grado de bienestar.
Para mi sorpresa, exceptuando el nacimiento de un hijo, no se habló
de grandes logros. En el aspecto personal, nadie citaba los éxitos
académicos, ni los ascensos laborales, y aún menos, hablaban de
conquistas materiales, estrenar casa nueva, coche etc, a pesar
de que estas adquisiciones, supongan una inversión de miles de horas
de trabajo.
La gente, hablaba de cosas más sutiles e intangibles: una conversación
bajo el sol invernal, caminar descalzo por una playa de arena blanca,
aquella canción que le hizo sentir algo especial, sin saber muy bien
el porque...
Empecé a entender, que la felicidad, se sirve en pequeñas dosis
para quien sabe capturarla y reconocerla momento a momento.
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