Cuanta nostalgia suele inundarnos, cuando recorremos esos
caminos oscuros y llenos de sinsabores. Al visitar el viejo
estanque del parque, me vence la tristeza al ver la usencia
de esos nenúfares de tallo largo que lo hacía mucho mas
agradable. Tampoco se escuchan aquellas conversaciones
sociales, de sus asiduos visitantes. Tan sólo aprecio la
presencia de un niño en la lejanía, entretenido con no se
muy bien que, y un hombre de edad avanzada ocupando
uno de los bancos, con la mirada perdida e indiferente.
Incluso los pajarillos han desaparecido, pues no se sienten
para nada reconfortados en el lugar, ante las carencia de
ciertos alimentos que en su día les proporcionaban sus
visitantes.
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