La prosa poética no suele distinguir entre la vida y su ausencia. El verso es un rito que silencia y en otras ocasiones grita. Un poema permite el nacimiento de una rosa, a pesar de contener espinas, y en nuestros sueños nos permite acercarnos a ella sin cortapisa alguna. Sabemos que no es posible vivir de forma constante del aroma de las flores, ni sentarse durante largo tiempo para contemplar las estrellas. Un poema no distingue entre la noche y la mañana, ya que mantiene idéntico comportamiento. Algunos amores pierden fuerza cuando callan los versos nacidos del corazón. Ellos operan como tambores que claman contra las penas del alma.
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