Estaba el ruiseñor descansando en una caduca rama del legendario cedro, tratando de componer con sumo esmero, una serenata para su amada. Inicia su trino con júbilo disfrutando con la ofrenda. Desde otra rama cercana, su amada compañera le muestra su precioso plumaje sin mostrar rubor alguno, pues sabía con el cariño que se la estaba ofreciendo su joven amante. Al terminar el cortejo, pletórico, emprende el vuelo para capturar con su pico una hermosa flor que había divisado en el camino, ofreciéndosela para sellar tan sublime amor.
¡Tienes que ser miembro de SECRETOS DEL ALMA para agregar comentarios!
Únete a SECRETOS DEL ALMA