Busco unos brazos que por las noches se ciñan a mi cintura, unos labios deseosos de pasión que se unan a los míos, y el calor de una mirada complaciente. Me quedé sorprendido al contemplar tu figura y armonía casi perfecta, cuando viniste a mi encuentro. Alegres nos sentíamos mirándonos en esa tarde morada de violetas, paseando más tarde por esas plazas salpicadas de rejas en los balcones, con macetas repletas de geranios y azucenas. Y de noche, temblando por haberme perdido entre la niebla, decidí beberme suspirando la menta de tu aliento.
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