Con cierta frecuencia recuerdo aquel primer día que nos encontramos, mi corazón de madera floreció con un verde nuevo, y por mi sangre corrió un escalofrío que me dejó traspasado en medio de la plaza del suspiro. Tengo que reconocer que nunca quise de semejante modo, estoy ebrio de cariño y desnudo de conveniencias, como quijote con armadura de lirios. Se que te quiero de igual modo de día que de noche, y también cuando el trigo le habla de amor a la sombra. ¿Qué lluvia o que cariño loco quiso transformarme en yedra que crece pegada a tu cintura?.
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